martes, 4 de octubre de 2011

La aceptación


¿Cuáles son las estrategias que usa nuestra mente para no dejarnos alcanzar estados de calma y serenidad, para hacernos creer que el sufrimiento es el estado de “normalidad”?
Tras el miedo, queremos continuar con un tema algo delicado, hablamos de  “La Aceptación”, y es que, no nos engañemos, cuando las cosas no salen como queremos es más fácil de decir, que de llevar a la práctica. Sin embargo vivir con aceptación es un elemento clave del trabajo interior, si no permanecerán en constante sufrimiento. Aunque parezca paradójico, también es la manera más efectiva para salir de aquellas situaciones que nos atenazan, ya sean familiares, laborales o vitales, y que impiden nuestro crecimiento personal. Catalogar las circunstancias como “malas”, y presentarnos ante ellas y ante los demás como “víctimas”, es el camino más directo para que nunca cambie nada. Debemos tomar esto con reservas y ser prudentes en este tipo de afirmaciones. No es un tema que haya que tomar a la ligera, pues ni todas las personas, ni sus circunstancias son iguales, pero incluso en situaciones extremas, por ejemplo hallarse en prisión (cuando teóricamente queda poco margen), una aceptación real, lo que algunos llaman “Rendirse” a la situación, puede terminar siendo una liberación completa. Muchos casos se dieron de personas que trascendieron la realidad entre los muros de una prisión y no se nos ocurre manera más auténtica de elevarse por encima de las circunstancias.

Pero ¿Qué es realmente la aceptación? 
Iniciar un proceso de cambio no ha de ser, ni mucho menos, algo “traumático” ¡Al contrario! Necesariamente ha de convertirse en  liberador y hace poco nos decían que esta nueva fase de interiorización, de conectarte cada vez más con la energía que “mueve el universo”, era parecido al paso que atravesamos en la pubertad. Uno está revuelto, pero expectante ante la gran cantidad de cosas nuevas por descubrir. En este momento comienza el cambio real de la adolescencia a la madurez, pero para permitir que ello ocurra es necesario un alto grado de aceptación. Antes que nada debemos comprender que todos llevamos diferente ritmo en este juego y existen jóvenes con un alma tan vieja que poseen una sabiduría casi sobrenatural. Esa es la razón, y seguro que coinciden con nosotros, por la cual la edad de una persona no tiene porque ser un indicativo fiable de la madurez alcanzada. En cambio, si podemos fijarnos en el grado de “aceptación”, es decir, como nos comportamos, cuales son nuestras reacciones ante las dificultades, ante los mal llamados “problemas”. Si son tratados como un drama, aun tenemos trabajo por hacer. Sin embargo si aceptamos la situación, es seguro que pronto no veremos problemas, veremos ¡Obstáculos!, que podemos superar con serenidad. Por último, en aquellos casos que ya no es posible hacer nada, asumiremos la situación, sin más, no crearemos una tragedia que aumente aun más el dolor. Queramos o no tendremos que adaptarnos a la nueva situación.  

¿Cómo podemos hacerlo funcionar en el mundo real?
Pues lo primero que hay que hacer es distinguir entre “Aceptación Real” y simple “Resignación”. Vamos a poner un ejemplo para ayudar a diferenciarlas. Imaginemos que en nuestra empresa ha quedado una vacante libre y sabemos por derecho que hemos trabajado para ese puesto, que tenemos merecido el ascenso. Sin embargo nuestro jefe nos comunica que van a elegir a otra persona, con menos experiencia y claramente peor cualificado. En ese momento lo lógico es que reaccionemos, que sintamos que nos subimos por las paredes, nos enfadamos, nos frustramos, y por la noche no podemos de dejar de darle vueltas a la cabeza buscando una explicación. ¿Alguien dijo que la vida fuera justa? Evitar esta reacción, que claramente está provocando un estado de baja vibración, es muy difícil. Pero lo que no debemos dejar es que se convierta en una situación permanente, que condicione nuestra forma de actuar, hay que evitar convertirnos en la “victima”. Aprender a aceptar las cosas como vienen es fundamental, y tras atravesar esos momentos de desconcierto, enfado y frustración, hay que sobreponerse, entender que no podemos controlar todo lo que nos va a ocurrir en la vida, y que si ocurre es porque todavía es necesario. En la medida en que trabajemos nuestro interior, que estemos más conectados, cada vez sea más sencillo no responder añadiendo más negatividad ante sucesos externos, pues en último lugar no somos nuestras circunstancias, somos algo mucho más grande…, pero mientras ese momento llega, es importante aceptar sin resistencias. 

Se necesita estar muy atento a nuestro estado interior, como nos sentimos, porque el gran riesgo que corremos es no practicar aceptación real sino mera “Resignación”, aunque ello ocurra de una manera inconsciente la mayor parte de las veces. Esto es así porque en el fondo seguimos descontentos con la situación, la hemos etiquetado como “mala” y eso nos hace sufrir, o lo que es lo mismo, estamos reprimiendo nuestro desacuerdo con una realidad que no deseamos y no queremos aceptar. También implica que queremos escapar, creemos que no vamos a poder y sufrimos por ello. Además forma parte esencial del juego.

¿No debemos entonces nunca luchar por nuestros intereses? 
Ya no existe “tus intereses” sino un fluir sincero con la vida, que irá poniendo en cada momento lo que necesites. Aceptar no quiere decir que no puedas hacer nada para cambiar una situación, pero lo haremos a partir de una actitud de aceptación, serena y tranquila, lo que favorece claramente que aparezcan nuevas oportunidades. Los cambios reales siempre provienen del interior. 





"Difunde el conocimiento"


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