jueves, 16 de junio de 2011

El infierno interior


¿No existe en el mundo una segunda fuerza maligna opuesta a Todo lo que es? ¿No hay un Infierno? 

En las  imágenes del Infierno vemos una procesión de almas condenadas y desnudas, alejadas de toda posibilidad de salvación, marchando afligidas hacia los abismos en llamas o gritando de terror. Si bien en nuestra sofisticación podemos reírnos ante esta imagen literal, considerando que estamos exentos de este destino, todos hemos vivido por lo menos un día, una hora o una vida en nuestro propio infierno ardiente dentro de nuestras cabezas, atrapados, afligidos sin sentido por la ira, el horror, la culpa, la envidia, los celos o el terror. ¿Quién no ha sido capaz de alguna medida de infierno auto creado?

Algunos han vivido en el Infierno desde el primer hálito o incluso antes, no queridos o despreciados dentro del seno materno. El cielo interior comienza aquí en la Tierra.

Desde la infancia, algunas almas reciben golpes y pellizcos, bofetadas y rasguños o son encerradas en armarios y viven temerosas de aquellos que supuestamente cuidan de ellas. Maltratadas o envilecidas, invadidas en sus partes sexuales, golpeadas, ignoradas o devoradas por las drogadicciones de los padres, estas almas, en los casos más graves, se hacen adultas con muy poco o ningún sentido de la unidad con Dios y su bondad. 

Pese a la increíble adversidad, sabemos que algunas almas logran eludir en forma milagrosa el mal que las rodea. En otros casos, los traumas son muy serios. Como si su humanidad se hubiera consumido, otras viven para infligir a los demás el infierno interior que llevan dentro, perpetrando actos despreciables. El ciclo continúa. El infierno interior es la certeza de que no hay amor y el poder sólo puede detentarse haciendo sufrir a otro.

Nuestro propio infierno interior puede ser la inseguridad o rigidez que nos mantiene aislados del amor. El infierno puede ser vivir con una lujuria ilimitada, con ambición, envidia, paranoia, enfermedad mental, miedo, ira, autodestrucción, obsesión u orgullo. Sabemos que este tipo de fijaciones nos separa del fluir de la vida, paraliza nuestra creatividad y nos hace caer en una insatisfacción derrotista y repetitiva. El Infierno es oscuro y pesado, frío, interminable, solitario y desesperanzado.

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